Sopa caliente, manos frias

Un hombre oyó decir que Nasrudín era muy sabio y decidió hacer un viaje para verlo. “Puedo aprender algo de un sabio como este (pensó) y debe haber algún método en su locura; si tan sólo uno pudiera hallar el factor constante que debe fluir por ella... Al fin y al cabo he estudiado largos años y he concurrido a muchas escuelas metafísicas; esto me permitirá juzgar y aprender allí donde otros han fallado.

Después de este razonamiento, emprendió el largo viaje que lo conduciría hasta la pequeña casa de Nasrudín, enclavada a la vera de un camino montañés.

Una vez allí, a través de la ventana el buscador vio a Nasrudín acurrucado junto al débil fuego, soplando sus manos. Entró en la casa y le preguntó a Nasrudín qué era lo que estaba haciendo.

-Caliento mis manos con el aliento, (explicó Nasrudín).

Tras eso ninguno de los dos abrió la baca, y el buscador se preguntaba si después de todo Nasrudín le otorgaría algo de sabiduría.

Al rato, entró la esposa de Nasrudín con 2 tazones de sopa. El Mulá inmediatamente comenzó a soplarla.

Quizás ahora aprenda algo”, ( pensó el buscador). Y en voz alta inquirió:

-¿Qué hace usted, Maestro?

-Estoy soplando para enfriar la sopa con mi aliento.

-Sin duda este hombre es un farsante y tal vez un mentiroso (pensó el visitante); primero sopla para calentar, después sopla para enfriar. ¿Cómo puedo creer en lo que me diga?

Y se marchó.

El tiempo no fue desperdiciado (reflexionaba mientras iba descendiendo por el camino de la montaña), porque al menos pude establecer que Nasrudín no es ningún maestro.

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