Repetitividad

Par aprovecharse de la inmensa reputación de los Sufís como maestros especialmente perceptivos, un grupo de ladrones se instaló en un monasterio abandonado sobre una ruta y se hicieron pasar por desviches Sufís .

Nasrudín y su pequeño hijo estaban haciendo un largo viaje cuando fueron avistados por un vigía que los ladrones habían destacado. Inmediatamente los falsos derviches comenzaron a practicar una danza rítmica, haciendo mucho ruido.

Al acercarse, Nasrudín le dijo a su hijo:

-La noche caerá pronto y esto parece ser un monasterio de desviches avanzados. Pidamos hospitalidad.

Los falsos desviches los recibieron cálidamente e incluso invitaron al Mulá a que se les uniera en sus ejercicios especiales. Estos consistían en un rápido movimiento circular y la repetición de frases que el jefe cambiaba de tanto en tanto.

Nasrudín no tardó en girar como el mejor de ellos, siguiendo los gritos repetidos, en un estado mental casi histérico. Entonces el jefe de los “desviches” comenzó a gritar:

-¡Les doy mi burro! ¡Les doy mi burro!.

Obedientemente Nasrudín se hizo eco del estribillo y el tempo de sus gritos fue creciendo hasta que cayó inconsciente.

Cuando despertó el amanecer Nasrudín se encontró con que los ladrones y su burro habían desaparecido.

-¿Acaso no te deje a cargo del animal?, (le bramó a su hijo).

-Si, padre. Pero cuando uno de los desviches vino y se llevó al burro corrí hacia ti y tú estabas gritando “les doy mi burro” tantas veces, y frente a tantos testigos, que me di cuenta de que lo habías regalado.

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