En la mezquita

Nasrudín estaba sentado meditando en una mezquita al final de una fila de creyentes. De pronto uno de ellos exclamó involuntariamente:

-Creo que dejé fuego encendido en mi casa.

Su vecino dijo:

-Usted ha roto su silencio y echó a perder la oración. Ahora deberá decirla nuevamente.

-Usted también, (añadió el siguiente).

-Alabado sea Alá (dijo Mulá Nasrudín en voz alta), pues yo no rompí el silencio.

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