El yogui, el sacerdote y el Sufí

Nasrudín vistió una túnica Sufí y decidió realizar una peregrinación.

En el camino se encontró con un sacerdote y un yogui, y decidieron seguir juntos. Cuando llegaron a un pueblo, el sacerdote y el yogui le pidieron a Nasrudín que solicitara dádivas mientras ellos hacían sus devociones.

Nasrudín recolectó algún dinero y lo usó para comprar halwa.

Surgió que se repartieran la comida, pero los otros, que aún no tenían mucha hambre, contestaron que sería mejor posponerla hasta la noche. Siguieron su camino. Al caer la noche Nasrudín pidió la primera porción. “porque por mi intermedio se obtuvo la comida”. Los otros no estuvieron de acuerdo: el sacerdote porque, arguyó, él representaba un cuerpo jerárquico formalmente organizado y merecía, por lo tanto, prerrogativas; el yogui, porque (afirmo) comía sólo una vez cada 3 días y debía por lo tanto recibir más.

Por fin convinieron en irse a dormir y que, por la mañana aquel que relatara el mejor sueño sería el primero en servirse.

Por la mañana el sacerdote dijo:

-Vi en sueños al fundador de mi religión, quien hizo una señal de bendición, destacándome como beneficio de modo especial.

Sus compañeros quedaron impresionados, más el yogui dijo:

-En mis sueños alcancé el nirvana y fui completamente absorbido por la nada.

Miraron al Mulá:

-En mis sueños vi a Khidr, el maestro Sufi, que sólo aparece ante los más santificados, y me dijo: Nasrudín, ¡cómete el halwa ahora mismo! Y, por supuesto, debí obedecerle.

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