El olor de un pensamiento
Nasrudín no tenía un centavo y estaba acurrucado en una manta, mientras afuera el viento aullaba.
-Por lo menos (pensó) los vecinos no olerán comida de mi cocina y no podrán mandar por ella.
En ese momento cruzó por su mente el pensamiento de una sopa caliente y aromática, y durante largos minutos se quedó saboreándola en su imaginación.
Se escuchó entonces un golpe en la puerta. Era la hija pequeña de un vecino:
-Me manda mi madre a preguntarle si le sobra algo de sopa; sopa caliente y sazonada.
-El cielo nos ayude (exclamó Nasrudín); los vecinos huelen hasta mis pensamientos.
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